Hoy en que la humanidad está toda pendiente de la recesión o de la crisis, términos al gusto del lector, que al final lo único que hacen es suavizar la dimensión real de lo que está pasando en este planeta, dolido por el hambre y la injusticia, vemos con asombro cómo el hijo del señor Bush, causante de toda esta debacle económica, está en su casa cómodo y protegido del hambre, el calor y el frío. Seguramente está al amparo de la sensibilidad de su madre, que goza de un sentido humanitario muy especial, como el que manifestó esa vez cuando Nueva Orleans quedó devastada por un huracán y a ella le pareció que los reclamos de miles de familias negras que se habían quedado sin hogar, enfermos y heridos, no tenían mucho sentido, porque para ella, eran gente que estaba acostumbrada a vivir en la pobreza. Entonces su gran mensaje era: a qué tanta alharaca, si total eran solo negros pobres. En esos momentos, la señora, jamás debió imaginarse que el sucesor de su hijo sería un negro.
El país de la democracia y las oportunidades, parece que no se dará a sí mismo una mínima oportunidad de hacer Justicia a tanto dolor que causó uno de los más leales defensores del libre mercado, de los promotores más obedientes de la adoración al dólar, su inolvidable engendro, George W. Bush, además beneficiario directo junto a su padre de la guerra de Afganistán e Irak. La familia Bush y sus herederos están acostumbrados a esconderse detrás de los montones de dólares que se han ido ganando con el paso del tiempo, valiéndose de sucias jugadas económicas, aprendidas del abuelo, que no tuvo ningún escrúpulo para negociar armas y otros enseres con los nazis de la Alemania Hitleriana.
Mientras tanto la sociedad estadounidense ha empezado a sufrir en carne propia lo que el resto del mundo, descontando a Europa y alguna otra excepción como Japón e Israel, vive a lo largo y ancho de sus vidas como una realidad cotidiana. Es entonces cuando me alegro de que en nuestros países pobres, madres símbolos, como la señora Bush,
todavía no se atrevan a hacer a viva voz, un comentario tan cargado de desprecio en contra de los que no tienen nada o lo han perdido todo en una catástrofe natural o artificial como la que ha provocado su hijito y sus socios planetarios los banqueros, traficantes de armas, traficantes de ayuda humanitaria, etc. Señoras que creen que vivir en sus situaciones de privilegio les corresponde por derecho propio a ellas y a sus familias, tenemos muchas, pero estas se descargan de sus desprecios, haciendo labor social, como limosna, para aquietar los cucos de la codicia y de la inconciencia voluntaria y de paso frenar cualquier asomo de rebelión o revolución.
El país de la democracia y las oportunidades, parece que no se dará a sí mismo una mínima oportunidad de hacer Justicia a tanto dolor que causó uno de los más leales defensores del libre mercado, de los promotores más obedientes de la adoración al dólar, su inolvidable engendro, George W. Bush, además beneficiario directo junto a su padre de la guerra de Afganistán e Irak. La familia Bush y sus herederos están acostumbrados a esconderse detrás de los montones de dólares que se han ido ganando con el paso del tiempo, valiéndose de sucias jugadas económicas, aprendidas del abuelo, que no tuvo ningún escrúpulo para negociar armas y otros enseres con los nazis de la Alemania Hitleriana.
Mientras tanto la sociedad estadounidense ha empezado a sufrir en carne propia lo que el resto del mundo, descontando a Europa y alguna otra excepción como Japón e Israel, vive a lo largo y ancho de sus vidas como una realidad cotidiana. Es entonces cuando me alegro de que en nuestros países pobres, madres símbolos, como la señora Bush,
todavía no se atrevan a hacer a viva voz, un comentario tan cargado de desprecio en contra de los que no tienen nada o lo han perdido todo en una catástrofe natural o artificial como la que ha provocado su hijito y sus socios planetarios los banqueros, traficantes de armas, traficantes de ayuda humanitaria, etc. Señoras que creen que vivir en sus situaciones de privilegio les corresponde por derecho propio a ellas y a sus familias, tenemos muchas, pero estas se descargan de sus desprecios, haciendo labor social, como limosna, para aquietar los cucos de la codicia y de la inconciencia voluntaria y de paso frenar cualquier asomo de rebelión o revolución.